lunes, julio 25, 2005

Otro crack que se va

Obligado para mí hablar de un maestro que se va: Lance Armstrong ha dado estos días su última lección. Qué decir de un tipo que ha rozado la perfección en su trabajo, que no era otra cosa más que ganar el Tour de Francia. 20 días de carrera, más de 5 horas encima de la bici cada día.

Ha sido el mejor sin discusión durante siete años consecutivos. El más fuerte, el más rápido, el más listo, el más concentrado, el más astuto, el mejor. Qué decir de tipos así, que rozan la perfección en el deporte (exponente máximo de las virtudes humanas). Jordan, Popov, Pelé, Carl Lewis,... que nos dejan imágenes inolvidables, que forjan su propia leyenda, que nos llenan de admiración.

Aún más cuando este surperclase superó un cáncer de testículos con metástasis en pulmones y cerebro. Se operó, y al día siguiente comenzó su particular lucha por el triunfo. Y el triunfo le llegó a los dos años y le duró siete. Se va siendo el mejor y habiendo dado no solo grandes tardes a los aficionados al ciclismo, sino también grandes dosis de esperanza a los enfermos de cáncer. Los puristas podrán acusarle de un palmarés reducido y específico. Los quisquillosos de algún mal gesto en alguna línea de llegada. Los maliciosos de permisividad con ciertos medicamentos a causa de su enfermedad.

Yo solo puedo hablar de un genio al que admirar desde la multitud, intentando aprender alguna de las múltiples lecciones que nos ha dejado durante estos siete años. La más importante, diría yo, que el camino al triunfo lo marca la superación de todo lo que se ponga por delante, incluida la mayor de las desgracias.